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lunes, 18 de agosto de 2014

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¡Sí! ¡Qué grande es El Soro!

Mucho más que aquellos, pocos por suerte, que critican su vuelta a los ruedos. Pero no me centraré en eso; no tiene mayor importancia.

Recuerdo verlo, en mi infancia, torear en la tele y poner aquellos pares de banderillas increíbles. Fue mi primer ídolo en el toreo. Luego vendrían otros.

Y ahí está, tantos años, operaciones, desdichas y desilusiones después, siendo lo que nunca dejó de ser: torero. Porque eso no es algo que uno saque los domingos o las grandes ocasiones a pasear. Se lleva en la sangre y es privilegio de unos pocos elegidos.

Ahí está, demostrando que los sueños se cumplen, que el esfuerzo tiene recompensa y que el valor es algo que todavía se admira. Ahí está siendo él y nada más (y nada menos). Porque sí, ¿qué hubiera sido de la tauromaquia sin Joselito y Belmonte? Pero, ¿qué hubiese sido de ella sin Rafael "El Gallo"? ¿Qué será de ella sin hombres como El Soro?

Voló el capote con garbo, templó en varios pasajes a sus oponentes en la muleta y puso un grandísimo par de banderillas de dentro afuera a pesar de su visible cojera.
Y todos salimos de la mediocridad de esta vida a veces insulsa, de esta realidad edulcorada, para meternos en el país de los sueños, para desear ser toreros y para creer que los seres humanos podemos hacer cosas más grandes que pasar la vida.

Don Vicente, es usted muy grande. Señor Ruiz, es usted un ejemplo a seguir. Maestro Soro, GRACIAS.

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